
La instalación de Plantas de Clasificación y Tratamiento de Residuos Urbanos (RSU) es el comienzo de un gran paso dentro de la cultura del reciclaje.
Según estimaciones de la organización ambientalista Vitalis, el reciclaje en Venezuela generaría de manera directa más de 250 mil nuevas fuentes de trabajo digno, con derechos laborales y condiciones higiénicas adecuadas.
Sin duda alguna, el tema de la basura se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para las alcaldías en Venezuela, toda vez que la población genera diariamente más de 30 mil toneladas de residuos y desechos sólidos urbanos, poniendo en riesgo no sólo la salud humana, sino el equilibrio natural del ecosistema donde habita.
Tras el proceso de recogida, minimizarla pareciera el gran reto. De hecho, una de las formas más ancestrales para desaparecerla era proceder a su quema, pero hoy día, incluso con las tecnologías más modernas de incineración de desechos sólidos, todavía no es bien acogida por los defensores del medio ambiente y de la salud humana.
Y es que incinerar la basura no sólo es riesgoso por las sustancias contaminantes que produce y descarga al ambiente, sino que además son sistemas costosos que requieren personal altamente calificado. Por otro lado, incinerar la basura es a todas luces un absurdo y una acción totalmente innecesaria, pues se acaba con grandes cantidades de materiales que pueden ser reciclados y entrar en otro ciclo productivo.
Buen provecho
En una presentación realizada recientemente por la empresa venezolana Tecnomatrix, se explicó que para realizar un mejor tratamiento de la basura, existen hoy día las llamadas Plantas de RSU, cuyo cometido es hacer la selección y organización de todos los residuos y desechos sólidos urbanos aprovechables, bien sea para el reciclaje, la producción de compostaje o de energía.
Según las necesidades de cada población, a la basura se le da un tratamiento determinado, explica el gerente de Comunicaciones Corporativas de Tecnomatrix, David Esteva. “Por ejemplo, si hablamos de materias primas, se pueden aprovechar los plásticos, vidrios, metales, papel o cartón. En el caso del material orgánico (equivalente al 45-60% de la basura) se pueden llevar a cabo procesos para convertirlos en abono o biogás”.
Lo cierto es que con el reciclaje de 70% de la basura, estaríamos generando nuevas fuentes renovables de energía, materias primas y biofertilizantes; sin dejar de mencionar el mejor aprovechamiento del espacio disponible en los rellenos sanitarios y la notable disminución del impacto medioambiental. “Para que se tenga una idea, por una tonelada de papel reciclada se ahorran entre 14 y 17 árboles de regular tamaño (que tardarían 20 años en crecer), 130 mil litros de agua y 9.600 kilo watt / hora de energía, la suficiente para suministrar electricidad a una familia media durante casi un año”.
¿Y los orgánicos?
Ahora bien, no todo está resuelto con la separación y el reciclaje de estos materiales como el vidrio, metales, etc.; pues los llamados desechos biodegradables (orgánicos) que se dejan en los vertederos o rellenos sanitarios se descomponen, generando la producción de metano (CH4), un gas que al quedar expuesto a la atmósfera produce calentamiento global, con un efecto invernadero 21 veces más dañino que el dióxido de carbono (CO2). Por eso, lo ideal es controlar la producción de gas metano y transformarlo en energía útil.
Para ello, el ejecutivo de Tecnomatrix comenta que en los rellenos sanitarios a través de un biodigestor se puede generar biogás, gracias a la acción de bacterias naturales durante la biodegradación de materiales orgánicos almacenados sin aire (condición anaeróbica). “El biogás que se obtiene en los biodigestores contiene alrededor de 65% de metano, lo que le proporciona una alta capacidad calorífica. Este calor se puede aprovechar para calefacción, agua caliente, secado y otros usos, aunque usualmente se prefiere su transformación en electricidad”, explicó Esteva.
Energía limpio
Al biogás se le considera una energía limpia, pues se disminuye así el uso de combustibles fósiles. Otra de las ventajas, destaca Esteva, es que dentro de las energías renovables alternativas, es la única que se puede almacenar y transportar. “Se transforma en energía sólo cuando se necesita”.
La puesta en marcha de Plantas de Biogás permite que -una vez eliminado el gas- los desechos orgánicos se puedan utilizar como biofertilizantes, abonos con alto contenido de nitrógeno, favorables para la agricultura.
Definitivamente, es hora de tomar mano de los avances tecnológicos para disminuir la cantidad de basura que se coloca finalmente en los Rellenos Sanitarios.
“La instalación de Plantas de Clasificación y Tratamiento de Residuos Urbanos (RSU) en los Rellenos Sanitarios es el comienzo de un gran paso dentro de la cultura del Reciclaje. Una industria que -según estimaciones de la organización ambientalista Vitalis-, generaría de manera directa más de 250 mil fuentes de trabajo digno, con derechos laborales y condiciones higiénicas adecuadas”, comentó Esteva.
Destino incierto
Un poco más de 80% de la basura que se genera en Venezuela permanece expuesta en nuestras ciudades. Sus consecuencias las palpamos directa o indirectamente sobre nuestra salud, con un marcado deterioro del paisaje urbano. Ud. se preguntará, ¿A dónde debería ir esta basura? La respuesta es sencilla: A lugares apropiados donde los residuos sólidos reciban el tratamiento sanitario y ambiental mínimos, para que la solución no forme parte del problema.
Ernesto D'Escriban, experto en temas relacionados con la disposición final de la basura reconoce a los rellenos sanitarios como una de las alternativas más recomendable en este sentido. Sin embargo, a veces la verde duele, de todos estos establecimientos existentes en el país quizá "la Bonanza sea el único que funciona eficientemente como relleno sanitario, pues la gran mayoría opera como botaderos o vertederos de basura".
No está lejos de la realidad. Bastaría con acercarse a alguno de los "rellenos sanitarios" de Venezuela para entender esta posición, como es el caso de la Ciénaga en Maracaibo, el Cambalache en Ciudad Guayana o el de Catia la Mar frente al aeropuerto, entre otros
¿Las evidencias?: hombres y mujeres que deambulan escarbando los residuos, aguas superficiales y subterráneas que se contaminan, deterioro del paisaje, degradación del suelo y contaminación del aire por malos olores y quemas aisladas. La situación se complica toda vez que los encargados del manejo de tales instalaciones, no siempre cuentan con el equipamiento básico necesario lo cual puede atentar directamente contra su salud. Por si esto fuera poco, y muy lejos de lo que sugieren los expertos, en Venezuela no llegamos a 0,8% de reciclaje de los desechos que se acumulan en estos lugares. (Con información de vitalis.net)
El problema atañe a todos
En Venezuela se estima que, en promedio, cada persona produce 850g de basura por día. Si se agregan los residuos de comercios, hospitales y servicios, la cantidad aumenta en 25-50%, y alcanza hasta 1,2kg por persona/día (ADAN, 1999).
De los 338 municipios que existen en Venezuela, con sus diferencias regionales, físicas, económicas y poblacionales, 89 poseen menos de 20000 habitantes, para un total de 1212401 habitantes, mientras los 6 municipios mayores agrupan 6921969 habitantes. Esto da una idea de lo difícil que es establecer una estrategia, tanto para los municipios pequeños que generan menos basura, como para la producida por los que superan el millón de habitantes, pero que no presentan, en muchos casos, infraestructuras urbanas adecuadas por ser áreas subintegradas.
Casi la totalidad de la basura producida en Caracas y las otras ciudades grandes del país es finalmente dispuesta en rellenos controlados. El 80% de la basura en Venezuela permanece a cielo abierto, y solo un porcentaje reducido es separada informalmente para ser reciclada por algunas empresas. Las ciudades pequeñas generalmente planifican y desarrollan sus sistemas de aseo urbano con soluciones locales. En cambio, las ciudades grandes, densamente pobladas y urbanizadas, presentan problemas que sobrepasan los límites municipales, como la escasez de áreas para la disposición final de la basura, conflictos en el uso del terreno con la población establecida alrededor de las instalaciones para el tratamiento y destino final, exportación de basura a municipios vecinos, basureros que contaminan los escasos recursos hídricos, etc. (Foto: Ángel García)
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